miércoles, 30 de mayo de 2012

PRESENCIA DE MERCEDES LAINEZ DE BLANCO EN TELA, ATLANTIDA, 1924-1941




El 24 de mayo de 1924, contraían matrimonio en Nueva Orleans, ciudad francesa insertada en tierras anglosajonas, la entonces nóvel escritora Mercedes Laínez  y el Abogado Luis Blanco Letona. Pasada su luna de miel, retornarían a Honduras, específicamente a Tela, donde el Abogado Blanco prestaba sus servicios profesionales a la transnacional bananera, la Tela Railroad Company desde 1913.
En Tela Nuevo, se instalaron en una amplia casona de madera y viento, junto al mar a escasos metros del edificio principal de la Transnacional.
Mercedes Laínez de Blanco, había nacido en el sur de la republica, en Pespire, el 5 de febrero de 1890. Después de realizar estudios elementales, se trasladó a Guatemala donde después de varios años de estudio, logró graduarse como Tenedora de Libros. Posteriormente en 1918, paso a residir a Nueva Orleans, donde, después de inscribirse en la Cámara de Comercio de esa ciudad, representaba firmas comerciales hondureñas y extranjeras en lo relativo a la importación  y exportación de bienes. Estando allí| y dos años antes de contraer matrimonio con el Abogado Blanco, en 1922, es nombrada por el gobierno hondureño del General Rafael López  Gutiérrez, para que acuda a Baltimore a representar el país en la conferencia Panamericana de  Mujeres, celebrada en esa urbe americana.
Tela, ciudad cálida y tropical, estimularía el estro poético de aquella joven romántica y decidida y saldrían así de su pluma, barcos embrumados y gigantes; trenes ligeros y nocturnos y el eco sin fin y monótono de los muelles marinos. En Tela, además de componer bellos poemas y sentidas prosas, Doña Mercedes Laínez de Blanco, se dedicó a labores sociales, como toda mujer acendrada en el bien. Así recordamos la recaudación pro damnificados de Tegucigalpa en 1933 y el proyecto “Gota de Leche”, creado en 1937 y destinado a distribuir leche a las madres jóvenes para la alimentación de sus hijos. Colaboraron fervientemente con este proyecto los galenos Héctor Membreño y Arturo Zelaya Z. además de Don Manuel García, rico hacendado teleño.
También, viviendo allí, entabló fuertes lazos de amistad con el matrimonio formado por Dorothy y Wilson Popenoe mientras este ultimo establecía en Lancetilla, el Jardín Botánico que todos conocemos hoy. Un trabajo de ellos Antecedentes Humanos en Lancetilla, fue traducido por Laínez de Blanco y publicado años después en la revista del Archivo y Biblioteca Nacionales de Honduras.
Mercedes Laínez  de Blanco abandonó el puerto de Tela en 1941, después de la muerte repentina de su esposo, acaecida la tarde del 27 de abril  de ese año. Partiría ella para los Estados Unidos, al lado de sus pequeñas hijas, Rosa del primer matrimonio de él e Ida producto del matrimonio de ambos. No retornaría a Honduras hasta 1943 estableciéndose alternativamente entre San Pedro Sula y Tegucigalpa, hasta el día de su muerte, ocurrida en La Lima el 26 de febrero de 1976, a la avanzada edad de 86 años


                                                            Llega el Barco
En la noche obscura el muelle iluminado espera la llegada del barco. Innúmeras luces alineados como soldados vigilantes brillan duplicándose en el agua inmóvil. Hay un silencio imponente: el de la espera.
Desde que anochecía han pasado tres horas largas. Pero al fin allá lejos por la ruta conocida sobre la inmensidad aparece  algo como un faro.
Luego dos luces gemelas, después tres o más, dispersas como pelotas de fuego en la densidad del horizonte: es el de barco cuya dirección indecisa no permite todavía indicar su forma.
Vine despacio, tan lento que parece fijo. Las bolas de fuego fingen bólidos desprendidos de la bóveda escasa de estrellas; bólidos jugando a caer en la llanura y sin embargo suspendidos por arte de la magia del mar
El muelle iluminado que  parecía dormitar, despierta. Vibra el peculiar y prolongado sonido de los rieles bajo la presión de ruedas metálicas y las sombras de los cargadores van y vienen, precediendo un pelotón listo para la ruda tarea del  l embarque.
El barco ya en la rada ha virado por fin tomando una posición recta hacia el muelle. A la vista grande y majestuoso, lanza variados rayos de colores sobre el agua temblorosa. Cada vez más lento y precavido  se deja llevar por el experto piloto cuya minúscula lancha es, en su cuidadosa maniobra, solo un punto más en la noche amenazada de tormenta.
Las palmeras de la playa cabecean al viento húmedo y oloroso a sales restauradoras. Hay una fantasía de reflejos móviles dentro y fuera del ábrego…… Pasa la mole fantasmagórica frente a las primeras casas  y lámparas vigilantes saludan al viajero que sobre cubierta anhela saltar a tierra y adentrase en su hogar, en su patria….
En los bancos de la playa, dos ojos ávidos las ventanas del espíritu jamás cansadas del espectáculo del mar, siguen hasta el fin el arrivo evocador


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